jueves, 16 de diciembre de 2010

Un poco de psicología.

    Sabemos que por un conjunto de condiciones fisiológicas nos diferenciamos del sexo opuesto, y que cuando somos pequeños esas diferencias nos dan una identidad adoptando actitudes propias de nuestro género, lo cual, nos han inculcado desde la infancia que hombres y mujeres deben juntarse para procrear vida, sin cabida a otros comportamientos, cualquier otra opción no es algo “normal”.

   Pero ¿qué pasa cuando dichas actitudes no corresponden a lo esperado por nuestros padres? ¿es necesario educar a lo padres ante la orientación sexual de sus hijos? ¿por qué a muchos padres se les hace difícil dialogar sobre sexo? ¿qué se hace cuando el niño o adolescente siente una orientación homosexual? ¿está preparada la sociedad para afrontar determinados cambios?

    La sexualidad es un aspecto muy importante para cualquier individuo, por lo tanto, para poder gozar de una buena estabilidad emocional es necesario tener una buena educación sexual desde que somos niños, está en manos de nosotros, los mayores, enseñar a los más pequeños a tener una sexualidad plena y saludable.
La homofobia es el rechazo o repugnancia frente a un semejante el cual por naturaleza siente atracción física y sentimental por un individuo de su mismo sexo. Pues bien, para un homófobo es muy difícil hacerse a la idea de que en algún momento de su vida se le pueda presentar tal situación en su propia casa, no lo soportaría e incluso trataría de autoconvencerse con que existe una solución y bautizaría a la homosexualidad como una enfermedad que tiene cura. Homofobia y religión van de la mano, considerando que la iglesia ve a la homosexualidad como “un pecado objetivamente grave”. No olvidemos que la iglesia católica ha tenido control tanto político como social durante siglos, ajustando los comportamientos sociales de las personas a lo dicho por el clero. El rechazo a la homosexualidad deriva de estos dos factores (religión y homofobia) y conducen a los homosexuales a fingir comportamientos heterosexuales rechazando su verdadera identidad, provocando en ellos: depresión, marginación y lo que es aún peor: ASCO.

    Los padres juegan un papel importante, ya que en sus manos está la oportunidad de cambiar este conflicto social. La situación se puede presentar hoy, en su casa, o en la mía. ¿cómo lo afrontaría usted?: ¿mirando hacia otro lado?, ¿tachándolo de enfermedad?... Hay una realidad muy cierta, a muchos padres les suben los colores al rostro a la hora de hablar de sexo, porque no saben abordar el tema y se incomodan, al final deciden no hablar el tema. Es importante que el niño o adolescente se sienta entendido y vea en su tutor confianza a la hora de hablar de sexo y orientación. Es tan simple como informarse, coger una enciclopedia y resolver las dudas, y si es necesario leerla ambos.

    En una sociedad cambiante hay que estar preparado, es necesario no permanecer detrás de las nuevas generaciones, progresemos si no queremos consecuencias negativas. Es importante aceptar que ante los derechos somos todos iguales, nadie debería prohibir a una pareja casarse o tener hijos. Si nosotros pensamos en prohibir ser felices a estas personas es porque ni a usted ni a mi nos han educado para aceptar que un niño puede crecer satisfactoriamente en un hogar donde le den cariño sin importar el sexo de sus padres adoptivos. Parece una locura ¿para qué mentir?, un niño con padres del mismo sexo puede ser marginado en el colegio, sus compañeros pueden ser crueles con él con burlas e insultos. Siempre se vuelve a lo mismo, si a esos niños se les educara para no marginar a ese compañero este podría tener una vida más saludable. Para esto, es necesario reeducarnos a los mayores primero, los niños son el reflejo de los adultos. Así la educación sexual no debe ser encaminada solo hacia los más pequeños, sino también a los adultos nos hace falta regenerarnos y aceptar que la homosexualidad no es una enfermedad, para que el niño se defina sexualmente y no oculte su orientación sexual cuando llegue a su adolescencia.

    Sin darnos cuenta avivamos el fuego de una sociedad homófoba y nos autoalimentamos de creencias impositorias, las que ni siquiera sabemos si son las correctas. A lo mejor estaríamos mas en lo cierto si aceptáramos determinadas ideas.

¿Podemos prohibir un sentimiento?
¿Podemos negar a una pareja casarse?
¿Podemos limitar a una pareja homosexual formar una familia?